Sobre grandes meteduras de pata
Verano de 2021.
Nos llega un proyecto de cierta envergadura. Es con un estudio de arquitectura con el que no hemos trabajado antes, con un cliente también interesante, bien conectado, y…
Con prisas, sobre todo con prisas.
Hay que presupuestar en una semana para arrancar cuanto antes. Somos 3 constructoras en el proceso de licitación.
Estamos hasta arriba. Pero hay veces que no se puede decir que no (lo de decir que no o no decir que no da para otro post y ya te adelanto que se me da muy mal, aunque voy mejorando).
Lo dicho, presupuestamos. No hay justificación que valga, pero tengo que repetir que… Estábamos hasta arriba. Y ya lo sabes: cuando se hace más de lo que se debe, pasa lo que pasa.
Enviamos el presupuesto.
Nos llama la arquitecta: “nos habéis enviado el presupuesto, ¿verdad?”
Frunzo el ceño. Una tabla con muchos precios y un total. No sé dónde está la duda.
“Sí, es el presupuesto de Dosplanos”.
Esa misma tarde: “el cliente ha decidido que os da el proyecto; mañana nos vemos en nuestra oficina para revisar todos los materiales antes de arrancar”. ¿Qué bien?.
Vamos a la reunión. Proyectan el presupuesto en la pantalla. Los números que veo son un poco raros. Raros no, bajitos. Ummm…
Salgo de la reunión. Al milisegundo ya estoy al teléfono.
“Alberto, me ha chocado ver la pintura a 4,5€ en el presupuesto”.
“Claro, dijimos que les enviábamos los costes de forma transparente y sobre eso les propondríamos un margen”.
“…”
Por aclararlo: habíamos enviado al cliente los costes de Dosplanos sin haber añadido nuestro margen.
Y ahí es cuando entendí aquella llamada de la arquitecta.
Un par de cosas sobre esta historia.
Primero: cuando corres, te equivocas. Normal.
Es el coste oculto de no haber tenido el equipo necesario (en ese momento en concreto).
Con el tiempo uno va mejorando este aspecto, construyendo un equipo más solido y con herramientas para cubrir picos. Pero cuando la empresa es joven…
Segundo: de todo se aprende y sorpresa final…
Así que no te enfades y asúmelo como parte del proceso de crecimiento. Es momento de pensar en el proceso que ha causado el error e incorporar un control de calidad.
Una herramienta sencilla es el “principio de los 4 ojos”. Y no me refiero a que te pongas gafas.
Por si no abres el link, date cuenta de que un control de este tipo tiene una doble ventaja: control de errores y control de fraude interno; no está mal.
Volviendo al caso… En el mismo día tuve que llamar al estudio de arquitectura y al cliente. Unas llamadas de esas en las que uno siente mucha vergüenza. Te lo puedes imaginar. Y podríamos decir que tuvimos mucha suerte de no encontrarnos con una respuesta menos amigable (habría sido entendible).
Lo curioso es que aún después de decirles que teníamos que incluir nuestro margen en el presupuesto ganamos el proyecto (no daba un duro por ello). Parece ser que la diferencia inicial entre presupuestos debió ser mayúscula.
Ya sabes, con prisas no se llega a buen presupuerto.
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